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FRAGMENTO del libro: No te mueras con tus muertos, de René J. Trossero

duelo

¿Sabes que,
cuando lloras a tus muertos,
lloras por ti y no por ellos?
Lloras porque los perdiste,
porque no los tienes a tu lado.
Porque, si todo concluye con la muerte,
tus muertos ya no están,
ni siquiera para sufrir por haber muerto;
y si la vida continúa,
más allá de la muerte,
¿por qué apenarte por tus muertos?
Cuando hayas terminado de aceptar
que tus muertos se murieron,
dejarás de llorarlos
y los recuperarás en el recuerdo,
para que te sigan acompañando
con la alegría de todo lo vivido…
No te mueras con tus muertos;
¡recuerda que donde ardió el fuego
del amor y de la vida,
debajo de las cenizas
muertas,
quedan las brasas
esperando el soplo,
para hacerse llamas!
Si dices que, sin tus muertos,
tú no puedes seguir viviendo,
no digas que es porque los amabas tanto,
sino por cuánto los necesitabas,
(y no es lo mismo amar que necesitar).
Si lo aceptas así,
tal vez descubras, para tu crecimiento,
que tu vida consiste en ser tu vida…
¡y no en la de los otros!
No frenes tus lágrimas cuando llegan,
ni fuerces el llanto cuando se alejan.
No dejes de llorar porque alguien lo reprueba,
ni te obligues a llorar porque si no:
«¿Qué dirán los otros?»
Respeta tu dolor y tu manera de expresarlo.
No te mueras con tus muertos;
déjalos partir, como parten las golondrinas en otoño,
para anidar en otros climas
y volver más numerosas y crecidas,
en otra primavera!
Las lágrimas que ocultas,
el dolor que escondes
y la protesta que callas,
no desaparecen:
quedan al acecho del momento
en el que puedan estallar.
Y es mejor que lo vivas todo
a su tiempo y en su hora.
Es común que las personas
guarden buena cantidad de culpas
para reprocharse ante sus muertos.
¡No lo hagas contigo!
Tus muertos no ganan nada
con tus insomnios de remordimientos.
Ámalos ahora;
recuérdalos con amor,
y, quizás, sí ganen algo…
Aprende a mirar la muerte como otro nacimiento, para otra etapa de la vida…
Tú y yo sólo vemos una cara de la muerte,
la del otro lado se nos escapa.
Si desde el seno de tu madre
hubieras visto nacer un hermano,
creo que lo hubieras llorado como muerto,
hasta nacer tú y reencontrarlo.
¿Qué sentirías si miraras la muerte
como otro nacimiento…?
No te mueras con tus muertos;
¡déjalos que vayan
como esta semilla que se lleva el viento,
no por capricho de llevarla,
sino para sembrarlaen algún lado,
aunque tú no sepas dónde!
No te castigues,
encaprichada y resentidamente,
prohibiéndote gozar de la vida
porque perdiste un ser querido.
Tu tristeza te destruye a ti,
sin beneficiar a tus muertos.
Y, cuando ellos partieron,
no se llevaron contigo tu derecho
a gozar de la alegría de la vida.
Tus muertos tenían sus falencias;
no sigas culpándolos por tantas cosas…
¡Los muertos no pagan deudas!
Perdónalos, si es necesario hacerlo,
dejándolos en paz a ellos y liberándote tú
para vivir tu vida.
Tus muertos no están en el cementerio.
Nunca estuvieron ahí,
salvo cuando estaban vivos.
¿Me preguntas dónde están…?
Y no puedo responder por ti.
Yo sé dónde están «para mí» los míos;
pregúntate tú a ti mismo
dónde crees que están «para ti» los tuyos.
El cementerio no es un desierto sin vida, es un campo sembrado con esperanzas…
El cementerio es como un surco
donde se arrojan las semillas.
Ningún sembrador vuelve a remover la tierra
para buscar las semillas ya sembradas;
regresa al campo a la hora de cosechar espigas…
No te mueras con tus muertos;
¡diles tu adiós!,
esperanzado,
como despides el sol en el ocaso,
la luna y las estrellas en la aurora,
sabiendo que a su turno y a su hora,
todos volverán hacia tu encuentro.
Estos días de dolor profundo,
grises de tristeza,
de soledad y de silencio,
son como el tiempo del invierno para las plantas…
Pero confía en la vida,
¡que es siempre más fuerte que la muerte!,
para que retoñe su alegría
y florezcan tus ganas de vivir.
Así como te alegra la belleza de las flores deja que la alegría de los otros
te alivie de tus penas. . .
No te rebeles frente a la alegría ajena.
No pretendas que todos se mueran con tus muertos;
que cada uno lleva su peso con llorar los suyos.
Y es mejor para ti que te contagien su alegría
y sus ganas de vivir,
y no se hundan contigo en el pozo de tu pena.
No te mueras con tus muertos;
¡llévalos vivos en tu amor y vive con ellos
en tus recuerdos!
¡Sería triste y penoso que tú te dejaras morir
y ellos siguieran viviendo…!
Mientras esperas que tus muertos regresen
como si no hubieran muerto,
les impides volver de otra manera,
a ocupar un lugar en tu corazón y en tu recuerdo.
Es una ley de la vida:
no se goza el despertar de la aurora
sin pasar por la muerte del ocaso.
No te ates con el dolor a tu pasado.
Camina con la luz de la esperanza hacia el futuro.. . ¡Hasta el final!
Tus muertos se van por una puerta,
que tú no puedes trasponer,
¡ahora!
porque se cerró tras ellos.
¡No los esperes ahí…!
Despídelos,
para que puedas correr
y espéralos llegar por otra puerta,
¡al final de tu duelo!
Si buscas un camino para reencontrarte con tus muertos,
no lo busques, llorando, en tu pasado;
búscalo, más bien, esperanzado,
andando tu camino, hacia el futuro.
Como el árbol, hunde tus raíces en la tierra de tu dolor, para levantar hacia el cielo
las ramas de tu esperanza.
¡Deja de culparte!
Que si le hubiera dicho…
Que si le hubiera hecho…
Que si hubiera sabido…
Que si…
¡Todas torturas, inútiles para ellos
y crueles para contigo!
Además, «si hubiera sido así»,
«si hubieras hecho eso…»
hoy te reprocharías no haber hecho lo contrario.
¡Acepta la muerte, y punto!

Self-deception

Justo después de la muerte durante la transmigración el deva Yama pregunta esto:

«Nunca has visto en este mundo a un hombre o a una mujer, de ochenta, noventa , o 100 años de edad, frágil, torcida como un techo a dos aguas, agachada , apoyándose en muletas ,con pasos tambaleantes , con agitación, lejos de ser joven , con los dientes rotos , el pelo gris y escaso o calva, arrugada, con extremidades negras? Esta visión no te hace pensar , que también te convertirás en viejo , y no se puede escapar de ello ?

¿En este mundo nunca has visto a un hombre o a una mujer que, estando enfermo o gravemente enfermo, buscando a tientas en la propia suciedad y excrementos, levantado por algunos y puesto en la cama por otros? ¿Y esta visión nunca te hizo pensar que
también , inevitablemente te convertirás en un enfermo, y que no se puede escapar de ello?

¿Nunca en este mundo haz visto el cadáver de un hombre o una mujer , 1, 2 o tres días de muerto, hinchado , pálido azul-negro , con olor y medio podrido ?
¿Esa visión repulsiva nunca hizo que te des cuenta , que de hecho también inevitablemente te encontrarás con la muerte, la desintegración y que no se puede escapar de ello ? «

Fuente: Anguttara Nikaya 03:35

Lama Chagdud Khadro

Publicado: 1 mayo, 2015 en filosofia
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NADA DURA, todo cambia constantemente, inexorablemente y nadie debiera jamás presumir la permanencia de alguna cosa. Con cada momento que vivimos nos acercamos a la muerte y no podemos apartarla cuando nuestro tiempo llegue finalmente. Moriremos, morirán nuestros seres queridos, todos los seres nacidos en los seis reinos morirán. Solo continua siendo incierto el momento de la muerte, como y donde ocurrirá. La muerte en sí misma es inevitable. La mayoría de las personas vive negando la muerte; los practicantes budistas viven en un estado de atención inalterado. La muerte para ellos es una directriz poderosa para encontrar el significado esencial de la vida.

 

Según investigaciones realizadas, el heredero de la multimillonaria fortuna, murió comido por caníbales

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