Posts etiquetados ‘MING DAO DENG’

XVI
Ordinario
Paraguas, luz, paisaje, cielo-
No hay lenguaje de lo sagrado.
Lo sagrado se halla en lo ordinario.

Nadie es capaz de describir lo espiritual sino comparándolo con cosas ordinarias. Una escritura describe el mundo divino como un “paraguas de protección.” Otro dice que dios es luz. El paraíso se supone que esté en el cielo, e incluso los ascetas que han rechazado el sexo usan imágenes eróticas para describir la iluminación. La gente tiene que recurrir a la metáfora para establecer lo divino.
Incluso se han inventado lenguajes esotéricos que desconciertan a los que son ajenos. Eso le parecen las palabras sagradas a los no iniciados. Después que uno aprende a leerlas, su mensaje comienza a ser asimilado. Ya no nos preocupamos acerca de las imágenes, porque hemos encontrado la verdad que las palabras estaban indicando.
Cuando compras algo que tiene instrucciones para armar, sigues las indicaciones, pero no veneras luego las instrucciones. El logro espiritual no es diferente. Una vez que lo has obtenido, las instrucciones se vuelven secundarias. La espiritualidad alcanzada no es diferente del partido de pelota que juegas, del trabajo que realizas, del auto que manejas, del amor que haces. Si siempre consideras al Tao como extraordinario, entonces permanece desconocido y fuera de ti mismo –un mito, una fantasía, una cantidad innombrable. Pero una vez que lo conoces, es tuyo y es parte de tu vida cotidiana.

XV
Tiempo
El río, curso de olas,
Corriente ininterrumpida
El nacimiento, el canal, la desembocadura.
¿Pueden ser divididos?
Cada día, todos enfrentamos un problema peculiar. Debemos validar nuestro pasado, enfrentar nuestro presente, planear para el futuro.
Quienes creen que la vida era mejor en los “viejos tiempos” son a veces ciegos a la realidad del presente; quienes viven sólo para el presente con frecuencia tienen poca consideración por los precedentes o las consecuencias; y quienes viven sólo para alguna recompensa diferida muchas veces se presionan a si mismos con demasiada negación. Pensar en el pasado, el presente y el futuro es una técnica conceptual útil, pero en última instancia deben ser adecuadamente balanceados y unidos.
Debemos entender cómo nos afecta el pasado, deberíamos mantener el presente lleno de experiencias ricas y satisfactorias, y deberíamos dedicar algo de energía cada día a construir para el futuro. Tal como del río se puede decir que tiene partes que no pueden ser claramente divididas, así también deberíamos considerar integramente nuestro tiempo al decidir cómo vivir.

XIV
Posicionamiento
La garza se para en el estuario azul,
Solitaria, blanca, inmóvil por horas.
Un pez! Veloz flecha avícola: La presa capturada.

La gente siempre pregunta cómo seguir el Tao. Es tan fácil y natural como la garza parada en el agua. El ave se mueve cuando debe; no se mueve cuando la quietud es lo apropiado.
El secreto de su serenidad es un tipo de vigilancia, un estado contemplativo. La garza no está en mero atontamiento o dormida. Conoce una quietud lúcida. Se para inmóvil en la corriente del agua. Imperturbable, mira fijamente y está consciente. Cuando el Tao le trae algo que necesita, aprovecha la oportunidad sin vacilar o deliberar. Luego vuelve a su inactividad sin perturbarse a sí misma o a sus alrededores. De no haber encontrado la posición correcta en la corriente de agua y permanecido paciente, no habría tenido éxito.
Las acciones en la vida pueden ser reducidas a dos factores: posicionamiento y oportunidad. Si no estamos en el lugar correcto en el momento correcto, es imposible aprovechar lo que la vida tiene para ofrecernos. Casi todo es apropiado si la acción está en concordancia con el momento y el lugar. Pero debemos ser vigilantes y estar preparados. Incluso si el momento y lugar son correctos, igual podemos perder nuestra posibilidad si no nos damos cuenta de la oportunidad, o si actuamos inadecuadamente, o si nos obstaculizamos a nosotros mismos con dudas y reconsideraciones. Cuando la vida presenta una oportunidad, debemos estar listos para aprovecharla sin vacilación o inhibición. La posición es inútil sin conciencia. Si tenemos ambos, no cometemos errores.

XIII
Absorción
Luz carmesí atravesando sombra de pinos.
El sol poniente posándose en el océano.
La noche sigue a la puesta de sol,
El día sigue a la luna que huye.
Con demasiada frecuencia tendemos a pensar que la absorción es algo estático: El agua es absorbida en la esponja, y allí se queda. Pero la verdadera absorción es involucrarse totalmente en la evolución de la vida, sin vacilación o contradicción. En la naturaleza no hay alienación. Todo pertenece.
Sólo los seres humanos nos mantenemos distantes de este proceso. Tenemos nuestra civilización, nuestros planes personales, nuestras propias emociones mezquinas. Nos divorciamos del proceso, incluso mientras anhelamos amor, compañerismo, comprensión y comunión. Constantemente nos frustramos a nosotros mismos al cuestionarnos, al hacernos valer en los momentos equivocados, o dejando que el odio y el orgullo nublen nuestras percepciones. Nuestra alienación es autogenerada.
Mientras tanto, todo en la naturaleza continúa su constante fluir. Necesitamos soltarnos, entrar libremente en el proceso de la naturaleza, y ser absorbidos en ella. Si nos integramos con ese proceso, tendremos éxito. Entonces la secuencia de las cosas será tan evidente como la salida del sol y de la luna, y todo será como debería ser.

XII
Dar Forma
Una alfarera en la rueda.
Desde el centrar a la vasija terminada,
La forma aumenta mientras las opciones disminuyen;
La suavidad se torna dureza.
Cuando la alfarera comienza a moldear una vasija, toma un poco de arcilla, forma una tosca esfera, y la arroja a la giratoria rueda de alfarería. Puede caer descentrada, y debe comenzar a moldearla cuidadosamente hasta que sea un suave cilindro. Entonces trabaja la arcilla, estirándola y comprimiéndola mientras gira. Primero es una torre, luego parece un hongo rechoncho. Sólo después de hacerla subir y bajar muchas veces, aprieta lentamente la arcilla que gira hasta que sus paredes se levantan de la rueda. No puede seguir por mucho tiempo, pues la arcilla comienza a “cansarse” y se hunde. Ella le da la forma que imagina, y la deja a un lado. Al día siguiente, la arcilla estará dura como cuero, y puede darla vuelta para formar la base. Puede tallar alguna decoración en la superficie. Eventualmente, el cuenco será horneado, y entonces la única opción son los colores a aplicar; no se le puede cambiar la forma.
Así es como formamos todas las situaciones en nuestras vidas. Debemos darles una forma tentativa y lanzarlas al centro de nuestras vidas. Debemos estirar y comprimir, probando la naturaleza de las cosas. Mientras vamos formando la situación, debemos estar conscientes de qué forma queremos que tomen las cosas. Mientras más cerca esté algo de completarse, más concluyente y definitivo se vuelve. Nos van quedando menos opciones, hasta que lo que queda es el impacto total de nuestra creación. Belleza o fealdad, utilidad o fracaso, vienen del proceso de dar forma.

XI
Sanación
El fuego se enfría.

El agua busca su nivel.
No importa qué tan extrema sea una situación, cambiará. No puede continuar para siempre. Así, un gran incendio forestal está siempre destinado a consumirse a sí mismo; un mar turbulento se volverá más calmo. Los eventos naturales se equilibran buscando sus opuestos, y este proceso de equilibrio está en el corazón de toda sanación.
Este proceso toma tiempo. Si un evento no es grandioso, el equilibrio requerido es ligero. Si es trascendental, entonces puede tomar días, años, incluso vidas enteras para que las cosas retornen a un equilibrio estable.
En verdad sin esos ligeros desequilibrios no podría haber movimiento en la vida. Es el desequilibrio lo que mantiene la vida cambiando. El centro total, el equilibrio total, sería sólo estancamiento. Toda vida es continua destrucción y sanación, una y otra vez.
Es por eso que en medio de una situación extrema, los sabios son pacientes. Ya sea la situación una enfermedad, una calamidad, o su propia ira, saben que después del trastorno vendrá la sanación.

X
Desastre
Noche negra y muda,

Fuego repentino. Destrucción.
El desastre golpea en su propio momento. Es tan aplastante que no podemos hacer otra cosa que aceptarlo. Altera el curso de nuestros días, nuestro trabajo, nuestro pensamiento mismo. Aunque es tentador resentir el desastre, no es muy útil hacerlo. No podemos decir que el desastre actuó con malicia contra nosotros, aunque pueda haber sido mortal, y es difícil decir que ha “arruinado” nuestros planes: De un golpe cambia las bases mismas del día.
El desastre es natural. No es la maldición de los dioses, no es un castigo. El desastre resulta de la interacción de fuerzas: el terremoto de las presiones en la tierra, el huracán del viento y la lluvia, incluso el fuego accidental producido por una chispa. Nos urge preguntar “¿Por Qué?” en la estela de un gran desastre, pero no debemos dejar que la superstición interfiera con la aceptación desapasionada. No hay ningún dios enviándonos destrucción.
Los desastres pueden cambiarnos profundamente, pero pasarán. Debemos ser fieles a nuestras más profundas convicciones y recordar nuestras metas. El que permanezcamos cenizas o nos convirtamos en el fénix depende de nosotros.

IX
Optimismo
Cielo azul clareando,
Una promesa en ramas desnudas.
En invierno, hay días soleados.
Siendo adultos, la niñez puede volver.
En invierno todas las cosas parecen muertas o dormidas. La lluvia y la nieve parecen incesantes, las noches largas. Entonces un día, el cielo aclara a azul brillante. El aire se entibia. Un vaho se levanta de la tierra y el perfume del agua, la arcilla y el musgo se dispersa por el aire. Se ven jardineros preparando nuevos cultivos, aunque sean sólo ramas desnudas y una raíz gris. La gente está optimista: saben que el frío acabará.
Como adultos frecuentemente vemos las responsabilidades como algo atroz. ¿Por qué habríamos de cavar la tierra cuando el clima es desagradable? Vemos las actividades sólo como obligaciones, y tratamos de librarnos de nuestra suerte. Pero hay alegría al trabajar en justa armonía con el momento. Cuando hacemos algo en el momento preciso y después esos esfuerzos rinden frutos, la gratificación es tremenda.
Había una vez un viejo que comenzó un huerto cuando se jubiló. Todos se rieron de él. ¿Por qué plantar árboles? Le dijeron que nunca viviría para ver una cosecha madura. Impertérrito, los plantó de todos modos, y los ha visto florecer y ha comido sus frutos. Todos necesitamos de ese tipo de optimismo. Esa es la inocencia y la esperanza de la niñez.

VIII
Trabajo
El leñador Trabaja en todas las estaciones.
Partir madera es ambos acción e inacción.
Incluso cuando está nevando,
el leñador debe partir madera.
A menos que lo haga, él y su familia pasarán frío, y quienes dependen de él no sobrevivirán. Pero el leñador no trabaja de manera poco sistemática. Trabaja en concierto con las estaciones: trabajó duro para almacenar madera antes de los primeros fríos y así poder darse ahora el lujo de meramente partir leña para encender. Su trabajo parece ligero en una estación, porque fue industrioso en la previa.
Para partir madera, él debe colocar el leño en el bloque y levantar su hacha. Pero debe golpear la madera a favor de la veta, y debe dejar que el hacha caiga con su propio peso. Si tratara de cortar a través de la veta, su esfuerzo sería desperdiciado. Si tratara de agregar fuerza al giro del hacha, no ganaría nada.
Como el leñador, todos nos podemos beneficiar al trabajar acorde a las circunstancias estacionales. Ya sea el momento o el método, el verdadero trabajo es mitad iniciativa y mitad saber cuándo dejar que las cosas sigan su curso.

VII

Tolerancia

El aliento ártico enrosca las montañas,
haciendo castañetear los huesos del bosque.
Las gotas se aferran de las ramas:
Adornos enjoyados arrojados a la tierra.
Los árboles pierden sus hojas en invierno. Algunos árboles pueden incluso caer durante las tormentas, pero la mayoría resiste pacientemente y aguanta su suerte.
Soportan la lluvia, la nieve, el viento y el frío. Resisten sin preocuparse el adorno de gotas de lluvia como glicerina, trémulos carámbanos de hielo, o coronas de nieve. No les importa cuando tal lustroso esplendor es estrellado contra el suelo. Resisten y esperan, el poder de su crecimiento aparentemente dormido. Pero por dentro, un florecimiento se construye imperceptiblemente.
Suya es la tolerancia de ser fieles a su naturaleza interna. Es con ese poder que resisten tanto las vicisitudes como los adornos de la vida, porque ni la mala fortuna ni la buena suerte alterarán lo que son. Nosotros deberíamos ser del mismo modo. Puede que tengamos una gran fortuna o mala suerte, pero deberíamos cargar con ambas pacientemente. Sin importar qué suceda, siempre debemos ser fieles a nuestro yo interior.