Dicen que todo pasó en Florencia, la mágica ciudad italiana.
Miguel Angel estaba cansado.
No era para menos.
Se sentó, respiró hondo y lo miró.
Todo estaba hecho.
Había creado la escultura más lograda, famosa y adorada de la humanidad.
El David.
En unos meses, Miguel Angel lo había extraído de un bloque de mármol estropeado. Allí estaba la hazaña: con solo 26 años se había tallado al Gigante
(recordá que mide más de 4 metros)
más bello del Renacimiento italiano.
Y cuando le preguntaron a Miguel Angel cómo había realizado tal obra, el escultor, genio y visionario, respondió.
“El David siempre estuvo escondido en ese gran bloque de mármol,
lo único que yo hice fue quitar las partes que sobraban”.
Lo mismo pasa con los seres humanos: todos somos El David.
Sólo tenemos que ser nuestro propio Miguel Angel,
y aprender a quitar las capas y capas y capas de frío mármol que nos separan de lo mejor de nosotros mismos.
La maravilla perfecta y más asombrosa que hayas visto está escondida.
Está ahí, adentro,
desde el día en que naciste.
Buenos días